Antonio Domingo Bussi nació en Entre Ríos el 17 de enero de 1926 y en 1975 reemplazó a Acdel Vilas como jefe del Operativo Independencia, que fue la antesala y globo de ensayo del terrorismo de Estado en Tucumán. Se había preparado para eso: había viajado como observador a la guerra de Vietnam, donde fue recomendado como un interesante cuadro para una guerra antisubversiva e hizo el curso regular del Command and General Staff en Fort Leavenworth, Kansas.
Con la dictadura, el mismo 24 de marzo de 1976 asumió como interventor y jefe militar de Tucumán. Fue responsable de las más de mil desapariciones en los más de treinta centros clandestinos que funcionaron en la provincia, entre ellos, la Jefatura Central de Policía, el Comando Radioeléctrico, el Cuartel de Bomberos, la Escuela de Educación Física, el Reformatorio y El Motel, Nueva Baviera, Lules, Fronterita y, el más importante, el Arsenal Miguel de Azcuénaga. Además, como explica el Nunca Más, “a la provincia de Tucumán le cupo el siniestro privilegio de haber inaugurado la ‘institución’ Centro Clandestino de Detención como una de las herramientas fundamentales del sistema de represión montado en la Argentina”. “La Escuelita” de Famaillá fue el primer sitio documentado por la Conadep montado especialmente para torturar y asesinar a personas secuestradas.
Adscripta directamente la policía al ejército comandado por Bussi, se emplearon explosivos para atacar la Universidad Nacional de Tucumán, la Legislatura provincial, las sedes de la Unión Cívica Radical, del Partido Comunista, del Partido Socialista y el colegio de abogados. Varios de ellos fueron asesinados, y muchos otros intimidados para evitar la defensa de los presos políticos, incluyendo los procedimientos la voladura de sus estudios y el allanamiento de morada. Médicos, sindicalistas y políticos fueron también objeto de secuestro, prisión ilegal, vejaciones y tortura
También durante su intervención en la provincia de Tucumán realizaba obras que se hacían con personal del llamado Operativo Tucumán, desempleados de la crisis del azucar de 1965, que dejó decenas de miles de personas sin trabajo y que fueron incorporados a la planta de trabajadores del Estado provincial. Estos trabajadores eran obligados a trabajar en jornadas de más de 16 horas, vigilados y amedrentados por soldados armados. La protesta social fue ferozmente reprimida, todos los sindicatos fueron neutralizados y la otrora poderosa F.O.T.I.A. (Federación de Obreros y Trabajadores de la Industria Azucarera), principal gremio de los trabajadores del azúcar fue intervenida por los militares y sus directivos desaparecidos,- entre ellos Atilio Santillán quien fue asesinado por fuerzas paramilitares en 1976- o detenidos.
La ciudad de San Miguel de Tucumán no escapó a formas de exclusión edilicia de desgraciada memoria, como la construcción de "muros ornamentales" decorados con tejas y rejas de estilo colonial destinados a ocultar las villas miserias de la capital y del interior.
Una de sus medidas más controvertidas y recordadas de su primera gestión como gobernador de Tucumán fue la expulsión a los cerros catamarqueños de todos los mendigos y locos que se encontraban en las calles de San Miguel de Tucumán en junio de 1977 para "adecentar" la ciudad con motivo de la visita del dictador Jorge Rafael Videla.
En 1999, Página/12 publicó el testimonio de un ex conscripto llamado Domingo Antonio Jerez que revelaba al mismo tiempo la existencia de un hasta el momento desconocido centro clandestino tucumano, Caspichango, y detallaba la participación directa del dictador en asesinatos a finales de 1976: “Bussi siempre andaba. Una vez lo han hecho llamar del Timbó Viejo, lo han hecho llamar exclusivamente para esa noche. Porque han agarrado a dos personas y este hombre ha ido. Estábamos parando en una escuela que había ahí. Nosotros estábamos acampando en una carpa. Yo he visto a dos, pero había más. Por esos dos exclusivamente ha ido Bussi. Siempre los tenían en slip, bien atados con sogas, boca abajo. A él lo hacen pasar para adentro, entonces yo miro por una rendija que había, no por la puerta, había que cuidarse de todo y ahí empezó a garrotearlos como dos horas, preguntándoles cosas, haciéndolos sufrir. Raro era al que no lo hacían sufrir. Bussi ha agarrado con una manguera a garrotear hasta que los ha muerto. Esa noche los ha muerto a esos dos personalmente. Al otro día nos han empezado a regalar cajas de cigarrillos, me acuerdo que a mí me han regalado tres cajas. Yo no fumaba pero lo mismo he agarrado porque eran cigarrillos finos”. La declaración de Jerez su sumaba a la más conocida del gendarme Omar Eduardo Torres, quien contó ante la Conadep cómo Bussi les daba el tiro de gracia a los secuestrados en el Arsenal Miguel de Azcuénaga. Los fusilamientos se hacían a 300 metros del centro clandestino, en el monte. Bussi usaba el arma reglamentaria, una 11.25, y una pistola 9 milímetros. El pozo lo rociaban con querosén o nafta y siempre había leña a mano para quemar los cuerpos.
Con la democracia se salvó de rendir cuentas a la Justicia gracias a las leyes de impunidad de Alfonsín (padre). Increíblemente ganó varias elecciones: fue diputado nacional en 1989 y en 1993. También fue elegido convencional constituyente cuando se modificó la Constitución Nacional en 1994.
Entre 1995 y 1999, gobernó la provincia en medio de crisis sociales y políticas. En 1999, aliado al presidente Carlos Saúl Men#m, volvió a ganar una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, pero el cuerpo le impidió su asunción.
En 2003 volvió a ganar una elección: por sólo 17 votos de diferencia se quedó con la intendencia de esta capital frente a Gerónimo Vargas Aignasse. Dos semanas antes de asumir el nuevo cargo, el entonces juez federal Jorge Parache lo procesó por la desaparición de Guillermo Vargas Aignasse y tampoco pudo asumir como jefe municipal.
La primera condena a prisión perpetua a Antonio Domingo Bussi fue dictada el 28 de agosto de 2008 en el juicio oral y público realizado en Tucumán por el secuestro y asesinato del ex senador provincial Guillermo Vargas Aignasse. Un crimen entre los más de mil que debían habérsele achacado. Pero uno que bastó para que no muriera impune. Durante el juicio reivindicó sus crímenes (“los delincuentes buscaban convertir el país en un satélite del comunismo internacional”) y se consideró un “perseguido”.
Con este hecho también fue dado de baja del ejercito perdiendo su rango y condición de militar.
El 6 de septiembre de 2010 la Cámara Federal confirmó la prisión preventiva por la apropiación de un menor. Una semana después fue separado por problemas de salud de un juicio oral en Santiago del Estero por delitos de lesa humanidad. Lo mismo ocurrió con el juicio por la muerte de Juan Carlos Aguirre y Margarita Azize Weiss, que comenzó el miércoles en Tucumán.
¿A QUÉ SE DEBE ESTE REPASO? ¿Y POR QUÉ HOY?
Ayer a la tarde murió Antonio Domingo Bussi, represor, represor a secas. ¿Motivos para festejar? Ninguno. Se llevó a la tumba donde yacen los nietos apropiados. Su muerte no nos devuelve a los fallecidos ni a los desaparecidos, ni a los nietos, ni a los estudiantes, ni elimina las torturas, ni mucho menos el sufrimiento. Todavía le quedaban muchas deudas por pagar, varios juicios que enfrentar y muchas culpas que cargar. Pero el consuelo es que se fue condenado, y esperemos que la prisión perpetua, sea perpetua incluso después de la muerte.
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