Hace 40 años salía esta nota de Dardo Cabo en la Revista El Descamisado, respecto al asesinato de José Ignacio Rucci del que se cumplió el aniversario también el miércoles pasado, en la que hace una reflexión al calor de los acontecimientos del asesinato del dirigente sindical y respecto a la historia y evolución del movimiento sindical peronista.
Publicado en El Descamisado. Año 1 Nº 20. 2 de octubre de 1973.
Introducción de Horacio Bustingorry
El presente editorial fue escrito por Dardo Cabo
una semana después del asesinato de José Ignacio Rucci. Cabo resume en
su propia biografía la faceta más trágica del peronismo. Su madre murió
víctima de un derrame cerebral causado por el temor que le provocaron
las bombas arrojadas por la aviación naval el 16 de junio de 1955. El
padre de Dardo, Armando Cabo, fue un reconocido dirigente metalúrgico
vandorista que se encontraba en la confitería La Real de Avellaneda el
día del enfrentamiento entre grupos antagónicos del movimiento que dio
lugar al libro de Rodolfo Walsh “¿Quién mató a Rosendo?”. Dardo siguió
su itinerario político por el lado opuesto al de su padre y pasó a
formar parte de la agrupación Descamisados y luego se integró a
Montoneros. Secuestrado por los grupos paramilitares de López Rega,
finalmente fue asesinado y desaparecido por la última dictadura en enero
de 1977. Los bombardeos de 1955, las divisiones internas del peronismo,
el accionar asesino de la Triple A y las desapariciones de la última
dictadura fueron hechos cruciales en la vida de Dardo Cabo. Estas
circunstancias realzan el interés por su testimonio sobre el asesinato
de Rucci
El editorial fue escrito desde la vereda de enfrente al hasta
entonces secretario general de la CGT. Pese a que las críticas a la
figura y al espacio político de Rucci no fueron aminoradas, Cabo ensayó
un relato matizado buscando en algún punto suturar la herida que se
había abierto al interior del movimiento. En cierta medida logró
visualizar que se había traspasado un límite y que era necesario “parar
la mano”. La tarea correspondía por igual a ambos bandos enfrentados.
Este testimonio es de una riqueza inigualable y resulta pertinente
para revisar el periodo 1973-1976 desde una perspectiva renovada.
Quiénes creemos que la experiencia iniciado en mayo de 2003 representa
una línea de continuidad histórica con los gobiernos peronistas clásicos
y de la década del 70 debemos revisar las causas del fracaso del
proyecto nacional y popular que comenzó a llevar a cabo el FREJULI el 25
de mayo de 1973. La exhumación de este escrito es un aporte en ese
sentido.
Editorial (Publicado en El Descamisado. Año 1 Nº 20. 2 de octubre de 1973)
Ante la muerte de José Rucci
La cosa, ahora, es cómo parar la mano. Pero buscar las causas
profundas de esta violencia es la condición. Caminos falsos nos llevarán
a soluciones falsas. Alonso, Vandor, ahora Rucci. Coria condenado junto
con otra lista larga de sindicalistas y políticos. Consignas que
auguran la muerte para tal a cual dirigente. La palabra es "traición".
Un gran sector del movimiento peronista, considera a un conjunto de
dirigentes como traidores y les canta la muerte en cada acto. Estos
dirigentes a su vez levantan la campaña contra los infiltrados, proponen
la purga interna. Arman gente, se rodean de poderosas custodias
personales y practican al matonaje como algo cotidiano. Como es toda
esta historia, cuando comenzó la traición y cuando comenzó la muerte.
Los viejos peronistas, recordamos a estos burócratas hoy ejecutados o
condenados a muerte. Los conocimos luego de 1955, cuando ponían bombas
con nosotros. Cuando los sindicatos logrados a sangre y lealtad,
recuperados para Perón y el movimiento, eran casas peronistas donde se
repartían fierros y caños para la resistencia y de donde salía la
solidaridad para la militancia en combate o presa. Coria guardaba caños
en Rawson 42, el local de la UOCRA, allí se armaban bombas y se
preparaba la resistencia; Vandor bancó la mayoría de las células más
combativas del movimiento. Eran leales, eran queridos, habían llegado a
los sindicatos por elecciones y representaban a la base del gremio; más
allá que le gustaran las carreras o tuvieran un vicio menor, "los
muchachos los querían" y en serio. Perón confiaba en ellos.
No tenían matones a sueldo, en cambio amigos en serio los
acompañaban. Si uno quería hablar can Vandor podía invitarlo a la
esquina de Rioja y Caseros o caerse al mediodía en un boliche a cuadra y
media del sindicato, agregarse a la mesa o apartarlo a una cercana. Las
puertas de los sindicatos estaban abiertas, siempre. A lo sumo una
mesa de entradas con un par de muchachos con algún fierro, pero sin
mucha bulla, más para cuidar las fierros que adentro se guardaban que
para cuidar a nadie. ¿Quién iba a matar a Vandor en 1962?
Pero de pronto las puertas se cerraron, o fueron reemplazadas por
sólidos portones con sistemas electrónicos. Ya no andaban con amigos,
sino "con la pesada". Su vida rodeada del secreto impenetrable. Las
elecciones en los sindicatos iban precedidas por una intrincada red de
fraudes, tiros, impugnaciones, expulsiones. Denuncias de las listas
opositoras y todo un sucio manejo que dejaba como saldo una gran bronca:
delegados echados, afiliadas expulsados, acusaciones de troskos o
"bichos colorados" que justificaban el arreglo con el jefe de personal
para arreglar el despido.
También las versiones: se negociaba con el enemigo, se apretaba a
Perón, se guardaban sus órdenes o no se cumplían. Perón tiraba la
bronca: "hay que cortarles las patas'' o "los traidores generan
anticuerpos". Y la bronca se extendía. Rosando García cayó en una
bronca entre pesados. Alonso en una limpia operación comando. Los
métodos se tecnificaron al mismo ritmo de la traición. A puertas
electrónicas: tiros dirigidos con telescopio. Se decía siempre que era
la CIA.
Pero la bronca estaba adentro. Una historia de traiciones, negocios
con el enemigo, levantamiento de paros, elecciones fraudulentas,
apretadas a Perón. Uno tras otro los cargos se acumulaban. A más, los
matones hacían las suyas: sacudían a los periodistas, reventaban
militantes, impunes recorrían la ciudad armados, si caían presos salían
enseguida. La policía empezó a protegerlos. La división se agravó, se
agrava cada vez más.
Rucci era un buen muchacho. Lo cargaban en la UOM cuando andaba
(mucho antes de ser siquiera interventor en San Nicolás) con saco y
corbata. Hasta trabita usaba, y el Lobo lo cargaba. Pero no era mal
tipo. Tenía su historia de resistencia, de cárcel. Las había pasado
duras, como cualquiera de nosotros. De pronto aparece en al campo de
Anchorena prendido en una cacería del zorro. Apoyando a Anchorena para
gobernador de la provincia da Buenos Aires. ¿Quien entiende esto?
Algo debe tener de transformador eso de ser secretario general. Algo
muy grande para cambiar así a la gente. Para que surjan como leales y
los maten por traidores.
Por eso no hay que disfrazar la realidad. El asunto está adentro del
movimiento. La unidad sí, pero con bases verdaderas, no recurriendo al
subterfugio de las purgas o a las cruzadas contra los troskos. No hay
forma da infiltrarse en el movimiento. En el peronismo se vive coma
peronista o se es rechazado. No se puede pretender que la mitad de la
gente que desfiló -por ejemplo- el 31 de agosto frente a la CGT eran
infiltrados o que son locos cuando denuncian y piden la cabeza de la
burocracia sindical. Por un momento, pensar si no tienen razón. Pensarlo
antes de empuñar el fierro y amasijar -por ejemplo-a Grynberg. Porque
así la cosa no para.
La unidad así es un mito. Hay que revisar los procedimientos antes
de llamar a la unidad, porque por ahí quedamos más divididos que ahora.
Si se usó el fraude para elegir autoridades en los sindicatos, apelar a
abrir la mano y pedir a los trabajadores que limpiamente elijan sus
conducciones. Si se alentó a la pesada para hacer brutalidades en nombre
de la doctrina justicialista, llamarla y ubicarla en donde corresponda
que esté. A laburar en serio, o a hacer pinta con el fierro y pegar un
cachiporrazo de vez en cuando.
Sin estas condiciones mínimas no hay unidad que valga. Si todos los
peronistas no tenemos derecho a elegir a quien nos represente, debajo
de Perón, en el Movimiento Peronista, así no camina la cosa. Se va a
seguir muriendo gente.
Es cierto que también nos puede tocar a nosotros. Porque por dos
veces los pesados le propusieran a Rucci -fue para la misma época en que
se "reventó" Clarín- reventar a "El Descamisado". El Petiso, como le
decían ellos, los paró. Ahora es posible que se vengan a tirar los tiros
que tendrían que haber tirado cuando debieron, porque para eso estaban.
Como no cumplieron en la tarea para la cual estaban quieren compensar
dándosela a cualquier gil. Ellos están dispuestos a erigirse con sus
fierros en los dueños da lo ortodoxia. Se sienten los cruzados del
justicialismo, los depuradores. Porque a su juicio todos los que
criticaban a José, son sus asesinos. Todos son troskos, todos son
infiltrados.
Nosotros, desde estas mismas páginas criticamos a José Rucci y lo
hicimos duramente. Su muerte no levanta esas críticas, porque no las
modifica.
Todos los sectores del Movimiento, incluyendo a la Juventud Peronista
y la Juventud Trabajadora Peronista, incluso la Juventud Universitaria
Peronista, sectores desde donde provino la más dura oposición a los
métodos que usó José Rucci, lamentaron esta violencia que terminó con
la vida del secretario de la CGT.
Pero acá todos somos culpables, los que estaban con Rucci y los que
estábamos contra él; no busquemos fantasmas al margen de quienes se
juntaron para tirar los tiros en la Avenida Avellaneda, pero ojo, acá
las causas son lo que importa. Revisar qué provocó esta violencia y qué
es lo que hay que cambiar para que se borre entre nosotros. Para que no
se prometa la muerte a los traidores y para que la impunidad no apañe a
los matones, ni el fraude infame erija dirigentes sin base.
Si la cosa es parar la mano para conseguir la unidad, habrá que
garantizar los métodos que posibiliten que los dirigentes sean
representativos. Habrá que desarmar a los cazatroskos y fortalecer
doctrinariamente al peronismo como la mejor forma de evitar las
infiltraciones.
No es con tiros como van a "depurar" el Movimiento. La única verdad
la tiene el pueblo peronista. Dejemos que al pueblo se exprese.
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