miércoles, 1 de junio de 2011

Crónica del "Aramburazo"

A modo de información encontre esta crónica del asesinato del Aramburu, un día como hoy pero de 1970.


"Se cumplía el primer aniversario del Cordobazo y un nuevo Día del Ejército. El gobierno de Juan Carlos Onganía estaba debilitado a partir de la insurrección en Córdoba, las huelgas y protestas eran cada vez más violentas y la represión policial aumentaba. Perón estaba exiliado en España, Augusto Timoteo Vandor había sido asesinado y el ejército presionaba al presidente para que tomara sus decisiones políticas junto con las Fuerzas Armadas. El 29 de mayo de 1970, un grupo de diez jóvenes peronistas secuestró al ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu y lo asesinó luego de un juicio en el que se lo acusó de “108 cargos de traidor a la patria y al pueblo y de asesino de 27 argentinos”, según decía el primer comunicado de la organización armada peronista Montoneros.
El objetivo del “Aramburazo”, como se lo conoció después, fue realizar el lanzamiento de la agrupación Montoneros y ejercer la justicia revolucionaria contra quien consideraban responsable del bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, los fusilamientos de los alzados junto al general Valle en 1956, el intento de “desperonizar” la sociedad durante su mandato, el secuestro del cadáver de Eva Perón y más de 100 imputaciones que se pueden resumir en “traición a la clase trabajadora”. El tercer objetivo tenía que ver con la realidad política de ese entonces: Aramburu comenzaba a sonar como el hombre fuerte de un movimiento que conspiraba contra el onganiato, que luego se llamó Gran Acuerdo Nacional y que tenía por fin la incorporación del peronismo al sistema liberal.

El “Operativo Pindapoy”, como se llamó desde un comienzo, fue concebido a principios de 1969, pero recién a finales de ese año se terminó de conformar el grupo operativo. A comienzos del 70 empezó la tarea de investigación previa que consistía en conocer la zona, el edificio, los movimientos, horarios y demás datos necesarios para que la maniobra fuera un éxito. Fue elemental la biblioteca del colegio Champagnat, ubicada frente al edificio de Aramburu, en Montevideo al 1000, desde donde podían observar quiénes entraban y salían, los horarios, los encargados, etc.
La primera idea fue secuestrarlo en la calle, durante la mañana, cuando el ex presidente salía a caminar. Sin embargo, optaron por entrar a su departamento del octavo piso y sacarlo directamente de allí. Como observaron que no tenía custodia, resolvieron utilizar como excusa el ofrecimiento de una escolta militar para engañar a Aramburu y hacerlo salir de su casa sin resistencia. Para eso, compraron uniformes en una tienda de Avenida de Mayo y aprovecharon la experiencia de dos compañeros en el liceo para instruir a otros en la forma de comportarse.
La planificación final se hizo en una casa del conurbano bonaerense, en Munro, donde convivían Mario Firmenich y Carlos Capuano Martínez. La otra casa operativa era la que alquilaban Fernando Abal Medina, el líder de la organización, y su pareja, Norma Arrostito, en Villa Urquiza. Cerca de ahí, en Parque Chas, en la noche del 28, estacionaron los autos que se utilizarían: una pick-up Chevrolet, un Peugeot 404 blanco, un Renault 4L de Arrostito, un taxi Ford Falcón que estaba a nombre de Firmenich y una pick-up Gladiator 380, de la madre de Carlos Ramus, otro compañero. Luego Abal llamó al departamento de Aramburu con alguna excusa para confirmar que estuviera allí.
En la mañana del 29 arrancaron desde la casa de Villa Urquiza. El Renault esperaría como relevo en Pampa y Figueroa Alcorta al igual que el taxi y la Gladiator, que estarían cerca de Aeroparque, en una calle cortada. En la otra camioneta viajaban Arrostito, bien vestida, pintada y con una peluca rubia, Firmenich, vestido de cabo de policía, un compañero disfrazado de cura y Ramus, que manejaba. En el Peugeot, que iba delante, estaban Capuano Martínez y otro compañero adelante, vestidos de civil y con el pelo corto, y Abal con uniforme de teniente primero y Emilio Maza vestido como capitán, en el asiento trasero.
Los autos enfilaron por la Avenida Santa Fe y doblaron en Montevideo. El Peugeot estacionó en el garaje del colegio. Pidieron permiso para permanecer allí por un rato a lo que el encargado de la escuela accedió sin problemas al ver sus uniformes. Capuano se quedó al volante y el resto fue en busca de Aramburu. La pick-up frenó en la esquina de Santa Fe y Montevideo, donde descendió Arrostito, y fue a estacionarse luego sobre Montevideo, delante del colegio. Se bajaron Firmenich y el compañero vestido de cura.
Firmenich, en su rol de cabo de policía, tenía un miedo: que apareciera el oficial, es decir, un superior, que solía estar en la esquina de Santa Fe y Montevideo. Esto no sucedió, pero ocurrieron dos situaciones graciosas: primero, un auto le pidió permiso para estacionar sobre Montevideo, a lo que el supuesto cabo dijo que no, mientras la pick-up esperaba tranquila en esa misma calle. Luego, un Fiat 1 con dos policías pasó por la cuadra, aunque bastó la venia para que no se acercaran.
En el interior del edificio, un compañero se quedó en el séptimo piso con la puerta del ascensor abierta por si sucedía algún inconveniente, mientras que Abal y Maza fueron hasta el departamento del octavo piso. Allí los atendió la esposa del General, quien, visto el uniforme de los jóvenes, no dudó, los invitó a pasar y les ofreció café, mientras esperaban que Aramburu se terminara de bañar. Luego apareció el hombre que era su objetivo y el ofrecimiento de custodia no tardó en llegar. El General se sentó con ellos, bebió café y escuchó su propuesta. Finalmente, la cortesía del comienzo comenzó a enfriarse, los muchachos sacaron sus armas y Abal le dijo sin vueltas: “Mi general, usted viene con nosotros”, según el relato de Firmenich a “La causa peronista” del 3 de septiembre de 1974.
Si bien al ex presidente le extrañó lo que estaba pasando y la forma en que le estaban ofreciendo la custodia, accedió. Si se hubiese resistido, lo hubiesen matado. Ese fue el plan desde un comienzo. A todo o nada. “Pero no, ahí estaba, caminando apaciblemente entre el Gordo Maza, que le pasaba el brazo por el hombro, y Fernando, que lo empujaba levemente con la metra bajo el pilotín. Seguramente no entendía por nada. Debió creer que alguien se adelantaba al golpe que había planeado, porque todavía no dudaba que sus captores eran militares”, dijo Firmenich en “La causa peronista”.

Luego subieron al General al Peugeot, que arrancó por Montevideo, dobló en Charcas, después en Rodríguez Peña y siguió hasta el bajo. En Figueroa Alcorta dobló a la izquierda. En los alrededores de la Facultad de Derecho de la UBA frenó y todos se pasaron a la pick-up, que había seguido el trayecto desde atrás. Luego siguieron hasta Pampa, por Figueroa Alcorta, donde se bajaron Maza, el supuesto cura, Arrostito y otro compañero, y fueron a redactar el primer comunicado de Montoneros, que anunciaba el secuestro. El resto fue hasta la Costanera, donde estaban los otros móviles. Allí Capuano se subió al taxi, que esperaba vacío y con las llaves puestas, y el resto, Ramus, Abal, Firmenich y Aramburu, se subieron a la Gladiator, donde esperaba un compañero. Al General lo escondieron en la caja, en un compartimiento tapado por unos fardos, custodiado por dos jóvenes armados.
El objetivo era una estancia que la familia de Ramus tenía en Timote, una localidad del partido bonaerense de Carlos Tejedor. Pero llegar allí sin atravesar controles policiales ni ciudades o poblados donde se encontrasen con “pinzas” sorpresivas, no fue nada fácil. Durante un mes buscaron un camino seguro que finalmente realizaron con éxito en ocho horas. Tomaron la avenida General Paz hasta Gaona y ahí comenzaron a tomar caminos de tierra. Durante el viaje, alrededor de la una y media, las radios empezaron a dar las primeras noticias sobre el secuestro. Finalmente, entre las cinco y media y las seis de la tarde, llegaron a La Celada, un casco del campo en donde iban a esconder al secuestrado.
Los jóvenes guerrilleros metieron al ex presidente en un dormitorio, donde entrada la noche comenzó el histórico juicio. Ahí le informaron a Aramburu que había sido secuestrado por un grupo revolucionario peronista y que sería sometido a juicio. Encendieron un grabador y comenzaron a interrogarlo. La primera imputación que se le hizo fue el fusilamiento del general Juan José Valle.
Las acusación siguieron durante todo el 30 de mayo. Al otro día, el 31, llegó la imputación sobre secuestro del cadáver de Evita, un tema que les interesaba mucho a los peronistas. Aramburu dijo que de eso no podía hablar por una cuestión de honor. Los jóvenes insistieron, pero no lograron más que una oferta del ex presidente: les daba su palabra que “a su debido momento” haría aparecer el cadáver, siempre y cuando lo librearan a él. Sin embargo, al otro día y con el micrófono apagado, contó una escueta versión de la historia: estaba enterrado con un nombre falso en Roma.
El juicio siguió durante la jornada del 1 de junio y, a la noche, los militantes peronistas le indicaron al acusado que el tribunal iba a deliberar. Lo dejaron atado. A la madrugada regresaron y le informaron el veredicto. Dijo Abal: “General, el Tribunal lo ha sentenciado a la pena de muerte. Va a ser ejecutado en media hora”. Aramburu, que aún no se resignaba, improvisó un pequeño discurso sobre lo que aquellos jóvenes peronistas iban a realizar. Pasada media hora lo desanudaron y le ataron las manos por la espalda. El condenado pidió si le podían anudar sus cordones. Lo hicieron. Luego solicitó afeitarse y le dijeron que no había con qué. Finalmente demandó un confesor. Tampoco podían conseguirlo.
Sacaron al General del dormitorio y lo condujeron por un pasillo hasta una puerta, que daba a una precaria escalera que desembocaba en el sótano. Ya bajo tierra, le colocaron un pañuelo en la boca y lo pusieron contra la pared. Firmenich subió a hacer ruido con una morsa para disimular los disparos porque la casa del casero estaba muy cerca y no podían generar dudas. Abajo, Abal, como líder del grupo, tomó la mayor responsabilidad y le disparó un tiro en el pecho con una pistola 9 mm. Luego le dio dos tiros de gracia, uno con la misma arma, otro con una 45.
La impericia del gobierno para aclarar el secuestro terminó de hundir a una administración que venía temblando a partir del Cordobazo. El sueño franquista de Onganía se desvanecía y el 7 de junio de 1970, diez días después de que Aramburu fuera asesinado, un golpe interno encabezado por el general Alejandro Agustín Lanusse dejó en la presidencia a un, hasta entonces, desconocido: Roberto Marcelo Levingston.
*Esta crónica está armada en base al testimonio que Mario Firmenich y Norma Arrostito realizaron a la revista “La causa peronista” el 3 de septiembre de 1974. (http://cronicasdelahistoria.blogspot.com/)."

La nota a la que hace mensión es ésta.

Un cántico de la época rezaba mas o menos asi:
"Con los huesos de Aramaburu, vamo' a hacer una escalera, para que baje del cielo, nuestra Evita montonera".
Autor:Roro Tuyú

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